La infraestructura de transporte como elemento fundamental para el desarrollo de cualquier país favorece cambios trascendentales en los estándares de vida de la población al facilitar su acceso a la asistencia sanitaria, educación, otros servicios sociales y a mercados de trabajo; no obstante, también genera impactos socioambientales derivados de su misma naturaleza. Tal es la atención a dichos impactos que uno de los Objetivos de Desarrollo Sostenible de la Agenda 2030 de las Naciones Unidas (Objetivo N° 9) se refiere precisamente al desarrollo de una infraestructura de calidad, fiable, sostenible y resiliente, que incorpore desde etapas tempranas de los proyectos, criterios sociales, territoriales y de sostenibilidad, con el objetivo de atenuarlos.
