Escribe: Teresita Antazú
Dirigenta de la Unión de Nacionalidades Asháninka-Yanesha (UNAY)
Se cumplen 10 años de aquel 5 de junio, fecha que enluta al pueblo indígena pero que a su vez nos reafirma en la lucha por nuestros derechos. Diez años en permanente alerta para que un hecho como ese no vuelva a pasar: 34 personas asesinadas y su judicialización sin un debido proceso.
Sin embargo, el proceso nos da muchas lecciones, la más grande es la fortaleza de nuestro espíritu: saber y sentir que estamos en el lado correcto de la historia. Con Bagua, rememoramos un proceso de resistencia emprendido a lo largo de la Amazonía frente a una política extractivista donde los estándares socioambientales se debilitan poniendo en riesgo nuestro territorio. Territorio ancestral, donde los indígenas vivimos, sobrevivimos y resistimos. Aquel paquetazo ambiental nos demostraba que no teníamos valor para el gobierno, querían entrar a nuestro territorio como si estuviera vacío. Para los indígenas, el territorio es nuestra vida: tiene árboles y quebradas cuyos nombres constituyen referentes de nuestra memoria, nuestra historia.
Los indígenas no hacemos “huelgas”, porque no tenemos patrones, ni privados ni estatales. Aquel 2009, manifestamos que nos declarábamos en insurgencia, que es reconocida por la Constitución (Art. 46). Yo pregunto: ¿Los Decretos Legislativos que firmó Alan García, no violaban la Constitución? ¿No violaban lo dispuesto por el Convenio 169 – OIT, que tienen categoría constitucional? Tuvieron que retroceder por la presión y derogaron todos esos decretos. Es por la lucha indígena que el país tuvo que reconocer el derecho a la Consulta Previa. Sin embargo, una Ley no garantiza un derecho: hoy en día la consulta es más un trámite administrativo para el Estado, que un derecho que gozar para los indígenas. Exigimos procesos de Consulta Previa transparentes, con enfoque intercultural, donde promuevan una participación real de las mujeres y no solo llenar listas. No queremos asistencialismo, queremos ser parte del desarrollo de nuestro país. Pero un desarrollo que respete y abrace nuestros planes de vida.
La lucha indígena trasciende paquetazos ambientales, es la lucha del respeto por nuestros derechos. Me han preguntado “¿por cuáles derechos?”, respondo “¿por cuál no?”: El Estado peruano nos ha quitado TODOS, empezando con el derecho a la vida. Nuestros hermanos de la Amazonía Norte, afectados por derrames de petróleo en sus ríos y cochas; en Selva central, agonizando por la masiva colonización, que durante la época del terrorismo se apropiaron de nuestros territorios; en Selva Sur, por el mercurio derramado alrededor del Gas; en Madre de Dios, por la minería salvaje; en Ucayali, perdiendo territorio por el avance de monocultivos (palma aceitera especialmente); y en Purús, por la construcción de una carretera que madereros alientan para continuar depredando.
Atesoro mucho a quienes nos acompañaron, al pueblo indígena firme en la lucha. Sobre todo a mis hermanas: Deysi Zapata, quien asumió la dirección nacional de AIDESEP cuando nuestros dirigentes eran perseguidos; a las hermanas de las regiones: Zoila Merino (Loreto), Juana Payaba (Madre de Dios), Raquel Caicat (Amazonas), Cecilia Brito (Ucayali), entre otras valientes lideresas. Defensoras indígenas: somos y estamos orgullosas de defender nuestros territorios.
Diez años de persecución y criminalización a dirigentes indígenas, diez años y no hay responsables. y parecen no haber lecciones para los gobiernos. Queremos respeto.