Ítalo García, del pueblo Shipibo, venció a la COVID-19 y hoy puede disfrutar de un “Día del Padre” más, al lado de sus seres amados. “El apoyo del Estado no llega, pero nosotros tenemos lo que la naturaleza nos da y lo que nuestros ancestros nos enseñaron”, cuenta.
Por años, el tercer domingo de junio ha sido sinónimo de celebración. Algunos, con la satisfacción de tener a papá, abuelos o algún familiar que asumió esa figura paterna, organizaban reuniones para compartir tiempo entre familia y amigos; y otros, se reunían para recordar, con la mirada puesta en el cielo, a esa persona tan especial que ya no estaba más.
De una u otra forma, el “Día del Padre” formaba parte de las fechas del calendario en las que regresaban los abrazos, las risas, los recuerdos, las anécdotas y los relatos, a los más pequeños, sobre la historia de la familia.
Sin embargo, este día es diferente. Nuestra realidad cambió de manera drástica, a causa de una enfermedad que, en la mayoría de casos, suele ser mortal y que, no contenta con eso, nos usa como medio de transporte para su propagación, volviéndonos un peligro latente.
Si para quienes estamos en la ciudad, afrontar esta pandemia es difícil y celebrar un tercer domingo de junio se vuelve incierto, pensemos un momento en las poblaciones vulnerables; como es el caso de las comunidades indígenas, quienes no cuentan con acceso a la información, ayuda o medicamentos (pese a que vivimos en estado de emergencia) y quienes dejan en segundo plano una fecha como hoy.
IRAKE PAPA
En el kilómetro 13 de Yarinacocha, Pucallpa, se encuentra la comunidad Shipiba “San Juan” y en ella vive Ítalo García Murayarimi, un comunicador indígena que desde que se enteró de la pandemia, ha buscado distintas maneras de poder ayudar a que más shipibos puedan conocer de la COVID-19 y sepan identificarla.
“Recuerdo que al inicio todo era muy confuso aquí, las comunidades no entendían bien qué pasaba, pero sabían que debían aislarse porque algo fuerte venía”, comenta Ítalo mientras espera su vaporización, una técnica que lo ayudó afrontar la COVID-19 y a la que le debe el aún estar con vida.
El pasado mes de abril, Ítalo y su familia se contagiaron de COVID-19. Él, por el trabajo que realiza, estaba muy al tanto de cómo la enfermedad avanzaba; sin embargo, no fue suficiente para evitar que llegara a su hogar. “Al inicio no pensé que era coronavirus y no le presté atención, pero después, sentí que iba a morir”, comenta.
Según la Red Eclesiástica Panamazónica, al 19 de este mes, en los pueblos de Perú, eran 31.237 los casos confirmados de contagio por COVID -19 y 878 casos de personas fallecidas a causa de esta enfermedad. Cifras que han ido en aumento desde sus primeros reportes, en marzo de este año.
Cuadro tomado del Mapa Panamazonía 19-06-20 /REPAM
El 16 de abril, un grupo de la Diresa Ucayali visitó San Juan e hizo un descarte rápido de COVID-19 a todos los pobladores, fue ahí, donde ítalo confirmó que el coronavirus estaba, no solo en él, sino también en su familia y el sentimiento de culpa lo abrazó: “Era prácticamente un martirio para mí, como padre, cabeza de familia, sentí terror; no solo estaba en peligro yo, sino que, puse en riesgo a toda mi familia… esta enfermedad es un castigo compartido y eso es lo más cruel”, indicó. Aun así, su familia le daba gracias por no dejarse vencer “Irake papa”(gracias papá), decían sus pequeños hijos.
Recetas para qué las quiero, si no tendré dónde las pueda comprar
García cuenta que el equipo de Diresa Ucayali fue muy amable en su atención; sin embargo, dieron la noticia de pacientes con COVID-19, dejaron la receta médica y se fueron rápidamente. Al día d hoy y, pese a que conocían de casos COVID-19 positivos dentro de la comunidad, no ha existido ni intención de volver a auxiliar a la población.
“En Ucayali somos 166 comunidades nativas y casi la mayoría tienen casos de COVID-19, después de mi experiencia, puedo imaginar que es lo mismo con las demás comunidades. No es que las autoridades no conozcan que esta enfermedad está acabándonos, lo saben y no hacen nada para ayudarnos”. “¿Qué hago con recetas médicas si no tenemos dónde conseguir las medicinas? Eso es una burla a la vida”, cuenta Ítalo con malestar.
El aislamiento no es opción, es lo único que queda
La mayoría de comunidades no cuentan con postas médicas ni centros de salud, mucho menos pensar en hospitales. Entonces, ¿cómo recibir atención médica a tiempo? Pero todo mal siempre tiene una solución y, si bien el apoyo de las autoridades no ha llegado a tiempo o no es suficiente, la madre naturaleza, los conocimientos de los sabios ancestrales y las tradiciones de generación en generación, han permitido que más personas como Ítalo y su familia, puedan vencer a la COVID-19. Es así como la sabiduría indígena, cumple hoy un rol aún más importante dentro de las comunidades, salvando vidas. Desafortunadamente y en muchos casos, esto no es suficiente.
“Después de dar positivo, nadie me visitaba, ya no podía hacer cosas simples como almorzar con mi familia, conversar con mis parientes. Abrazos y besos, una charla amena, todo había terminado”, relata Ítalo.
Esta experiencia amarga hizo que Ítalo valorara aún más a su familia. Él cuenta que quería cuidar a su esposa, a sus hijos y no podía, luego enfermó su madre y sentía que todo estaba perdido. Extrañaba los minutos en familia, esos que, en su mente, se tornaban anhelos de tiempo valioso que quería volver a vivir. Pese a que perdía fuerza, pensaba en su familia para volver a darse ánimos y entender que debía vencer la enfermedad.
Papá no tiene capa, pero es valiente y luchador
Han pasado 62 días desde esta pesadilla e Ítalo y su familia ya se encuentran mejor. A ciencia cierta, no saben si ya no tienen el virus en ellos, porque no tienen cómo volver a hacerse un descarte, sino hasta la próxima que Diresa Ucayali decida visitarlos, pero ellos se sienten mejor.
Ante la pregunta ¿Este mes se celebra tu día… qué sientes por ello? Él responde:” Como padre, esto que me tocó vivir ha sido una experiencia muy fuerte. Yo agradezco porque aún tengo a mi familia y hoy puedo compartir la comida (aunque a distancia) con ellos. Estoy saliendo de esta enfermedad, pero lastimosamente muchos de mis hermanos no. Yo podré recibir el abrazo de mis hijos, seré uno de los afortunados en la comunidad de ese regalo, pero muchos otros, solo llorarán a quienes están perdiendo. Siento un alivio de haber recuperado la salud de mi familia y la mía. Quiero volver pronto a informar, porque si no nos ayudamos entre nosotros, no podremos afrontar esto. Me queda claro que el Estado aún demorará, pero como pueblos indígenas saldremos adelante. Este año, el día del padre me trae sentimientos confusos, por un lado, el alivio y agradecimiento de que mi familia y yo estemos bien, pero también, la tristeza de saber que muchos se están yendo, eso duele, duele mucho”, finalizó.
Si para quienes tenemos acceso a la información, medicamentos y ayuda, esta pandemia nos está haciendo sufrir, tratemos de imaginar el martirio de convivir con la enfermedad, no recibir apoyo y, en muchas ocasiones, morir en el intento de sanar, como en el caso de las poblaciones indígenas.
El Estado aún demora en lo que promete y la COVID-19 avanza con más agresividad, ¿cuáles son las reglas de este juego?, la efectividad de nuestras autoridades siguen aún dormidas y, mientras ello, nuestra nación pierde más vidas.
Que hoy sea un día para agradecer, los que aún podamos hacerlo, el tener a nuestra familia; y para aprender que, lo que un día fue, no será más.