Escribe: Denisse Linares Suárez
Derecho, Ambiente y Recursos Naturales (DAR)
La evidente disputa o ahora llamada guerra comercial entre China y Estados Unidos, no solo es comercial, trasciende a espacios multilaterales estratégicos para América Latina como el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), el ahora, banco más importante para la América Latina y el Caribe. El avance de China ha sido a través del financiamiento de varios proyectos estratégicos de la mano del BID, que incluso representarían deudas históricas, donde Estados Unidos no ha asumido su liderazgo a través de su financiamiento.
La acentuación de esta pugna podría generar más riesgos y amenazas en América Latina y el Caribe. Región que ya vive la crisis económica y social por la pandemia, la vulneración de los derechos humanos y la explotación de recursos naturales con bajos estándares ambientales. Aspectos que deben ser tomados en cuenta por el Grupo BID y que no se han conversado durante la modernización de sus políticas ambientales y sociales. Temas que son necesario dilucidar de una vez para minimizar a incertidumbre de estos tiempos.
China en el BID
Desde 2009, China empezó su participación en el BID con una contribución de 350 millones de dólares, distribuidos a todas las instituciones del Grupo BID –BID Invest y BID Lab– (Portafolio, 2008). En los siguientes años continuó afianzando su interés en la banca mediante convenios, como el acuerdo financiero para promover la relación entre el banco y el China Exim Bank, así como el Fondo Chino de Confinamiento para América Latina y el Caribe en 2013.
Sobre la participación de China en el BID, el Grupo Regional de Infraestructura y Financiamiento (GREFI), en su publicación “El Rol de América Latina y el Caribe en la Iniciativa la Franja y la Ruta”, presenta un análisis de esta relación, como parte de las evidencias sobre la estrategia geopolítica de China en la región. El informe señala que los fondos asiáticos han sido designados a 17 países de latinoamericanos y tres proyectos de escala regional para proveer apoyo financiero a proyectos de educación, obras hidráulicas, energía, infraestructura y otras áreas.
A su vez, entre los principales proyectos que ha financiado este fondo, se encuentra el Metro de Lima (la línea 2 y 4) y el proyecto de energía más grande en construcción de Colombia (Cruz y Flores 2018). Proyecto denunciado por violaciones a los derechos humanos y afectaciones a los recursos naturales. Este dinero representa un 5,7% de los arreglos de financiación de China para América Latina y el Caribe (Cruz, 2020).
Siendo así, la participación de los capitales chinos en la región, por medio del Grupo BID, tiene una proyección a largo plazo con proyectos que han sido relegados por muchos años, como es el Metro de Lima, una de las obras más caras del Perú[1] y con un retraso de casi medio siglo, donde China asume el liderazgo de su construcción. Por lo que su presencia se ha vuelto estratégica para los Gobiernos de la región.
La guerra no solo es comercial entre EEUU y China
La presencia de la República Popular China (RPCH) no se limita al financiamiento mediante la banca, pues a diferencia de otros países, el país asiático acompaña sus inversiones con acuerdos políticos bilaterales con el objetivo de evidenciar su compromiso e interés[2], abarcando diferentes sectores, siendo su estrategia comercial su característica más fuerte.
Sergio Guzmán, señala que “China ha aprovechado el vacío dejado por otros países, un ejemplo de ello es que la licitación de una de las obras más emblemáticas de Colombia, el Metro de Bogotá —cuya construcción comenzó a planearse hace más de setenta años y que siempre se quedó en intentos frustrados-, fue concedida a dos empresas chinas, por su parte Estados Unidos no presentó ningún inversionista[3]” por lo que se puede decir que China avanza en la región por la gran capacidad financiera y comercial que tiene, frente a la pérdida del liderazgo de EE. UU. en la región.
La pandemia ha hecho más evidente está guerra comercial, o guerra fría como la definen otros autores. A lo largo del año 2020 ambos Gobiernos han demostrado sus diferencias. La posición de Estados Unidos frente a China parecería no tener un giro luego de sus elecciones. Biden ha incluido el comercio justo[4] como parte de sus propuestas para la política comercial, así como la protección de las empresas nacionales. Al respecto, Alicia Gonzales señala que “esta tendencia ya existía, pero se ha agudizado con la COVID-19 y la intención de muchos Gobiernos es repatriar la fabricación de productos de primera necesidad, sobre todo médicos y sanitarios, para reducir su dependencia de China ante una posible repetición de episodios de emergencia global”.
Sin discusión: Derechos humanos y estándares ambientales
Los asuntos de fondo sobre las diferencias de ambos países no han alcanzado a los compromisos ambientales ni a los derechos humanos. Hasta el momento no han sido un tema de agenda que se haya puesto sobre la esfera pública internacional, pese a que ambos países son los mayores contaminadores del planeta, y cuentan con sendas inversiones fuera de sus fronteras en territorios ambientalmente vulnerables.
Incluso con la renovación del Marco de Política Socio Ambiental del BID y del BID Invest, el grupo no la demostrado la necesidad de observar aquellos proyectos que han generado impactos irreversibles como Hidroituango (Colombia), donde confluyen capitales chinos y la evaluación de impactos sociales y ambientales del BID Invest. Urge que el Grupo BID, revise estos casos para un cambio en el desempeño de los proyectos que financia, más aún si ya cuenta con antecedentes, denunciados incluso a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH).
Cabe mencionar que, la modernización de las políticas ambientales y sociales del BID ha incluido principios de acuerdos claves para la justicia ambiental en la región como el Acuerdo de Escazú, así como una lista de actividades prohibidas, debido a su carácter contaminador contrario a los objetivos del Acuerdo de París; así como el marco de los derechos indígenas, que si bien es cierto aún es una mención laxa, la nueva gestión del BID tiene el compromiso y responsabilidad de hacer que se cumplan. Ante ello, cabe la pregunta ¿cómo se resolverán las contraposiciones sobre temas como el cambio climático, donde el Gobierno de Trump del cual es parte Clever Clarone, actual presidente del BID, ha retirado su apoyo? El reto para la sociedad civil de la región es mantener la vigilancia ante los avances y cambios de la gestión de Clarone.
Esta pugna por liderazgos se amplía a espacios multilaterales de defensa y respeto de los derechos humanos (Naciones Unidas), del ambiente o salud. Por ejemplo, China ha asumido mayores compromisos en el marco del Acuerdo de París del cual EE. UU. se retiró, e incluso brinda mayor apoyo financiero a la Organización Mundial de la Salud.
América Latina y el Caribe, en especial las regiones pobres o con economías emergentes, se encuentran en medio de esta evidente competencia, limitadas por su poca capacidad de negociación, debido a su déficit económico para acortar las brechas de desigualdad. Déficit cada vez más crítico por la COVID-19, que para superarlo requerirá de mayores préstamos, donde el BID es un actor fundamental para apalancar a los sectores estratégicos de los países de la región.
Finalmente, ¿cómo afectará la disputa entre ambos países a espacios multilaterales como el BID? Aún es un escenario poco predecible, lo cierto es que para cuestiones económicas y comerciales el Gobierno de China ha tomado decisiones pragmáticas, a su vez, ahora es la economía que mejor ha respondido a la crisis económica, siendo aún más estratégica para la América Latina y el Caribe.
[1] Lima es la quinta ciudad más poblada de América Latina está aún lejos de concluir su red básica de tren subterráneo. Ver: https://www.efe.com/efe/america/economia/un-metro-que-llega-4-anos-tarde-linea-2-de-lima-quiere-evitar-mas-retrasos/20000011-4351167.
[2] “El Rol de América Latina y el Caribe en la Iniciativa la Franja y la Ruta”. p. 61.
[4] El Comercio Justo es un sistema comercial solidario y alternativo al convencional que persigue el desarrollo de los pueblos y la lucha contra la pobreza. Se basa en:
- Condiciones laborales y salarios adecuados para los productores del Sur, que les permitan vivir con dignidad.
- No explotación laboral infantil
- Igualdad entre hombres y mujeres: Ambos reciben un trato y una retribución económica equitativa.
- Respeto al medioambiente: Los artículos se fabrican a través de prácticas respetuosas con el entorno en el que se producen. Ver aquí.