Por: Isabel López, programa Amazonía de DAR
El cambio climático existe. Y sus impactos no son mitos o cortinas de humo, sino problemáticas que afectan, principalmente, a los pueblos indígenas que, según el Banco Mundial, ocupan hasta un 22 % de la superficie terrestre.
Los territorios indígenas contienen el 80 % de la biodiversidad que aún queda en el planeta, y que hoy se encuentra en peligro debido a la imposición de actividades extractivas; las cuales, en nombre del “desarrollo”, causan la destrucción y la degradación de los bosques, generando casi el 20 % de las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero (GEI).
En un contexto así, cobra relevancia hablar sobre los compromisos logrados durante la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP26), en Glasgow. Específicamente al anuncio que hicieron los Gobiernos de Escocia, el Reino Unido, Noruega, Alemania, EE. UU. y los Países Bajos, en colaboración con 17 donantes, de apoyar con $ 1.700 millones a las comunidades indígenas y poblaciones locales, a nivel mundial, que protegen los bosques. Frente a ello, la pregunta es cuáles son las implicancias de este financiamiento.
En primer lugar, es importante resaltar que esta donación representa un avance significativo para los pueblos indígenas en el tema del financiamiento climático, en tanto es una respuesta a las demandas de las organizaciones para que las acciones climáticas respondan sus necesidades como sujetos colectivos que ancestralmente han ocupado y protegido más el 80 % de la biodiversidad del planeta.
El fondo busca apoyar en la implementación de los derechos de tenencia de los bosques para los pueblos indígenas y las comunidades locales. Sin embargo, es importante mencionar que más allá de la tenencia de tierras, los pueblos demandan la titulación integral y colectiva de sus territorios. Esto, debido a que la expansión de actividades extractivas en territorios indígenas se realiza, en muchas ocasiones, sin respetar los derechos a la participación, consulta y consentimiento de los pueblos. En ese contexto, se debe apuntar a garantizar la seguridad jurídica de los territorios indígenas; es decir, titulación, georreferenciación, ampliación y gobernanza indígena. De esa manera, las comunidades, que se encuentran en la primera línea de lucha contra el cambio climático, podrán enfrentar de mejor manera la apropiación ilícita de recursos naturales (minerales, petróleo, madera) que deforestan gran parte de la Amazonía.
En segundo lugar, es importante señalar que, si bien la donación fue anunciada, aún no se han establecido los criterios para determinar las implicancias que determinen cuáles van a ser las organizaciones indígenas y comunidades locales que recibirán dicha donación. A la fecha se desconocen los mecanismos que se utilizarán para que los fondos lleguen de manera directa a las comunidades, ¿O es que se seguirá haciendo a través de los mecanismos de siempre? Si es así, entonces, no estaríamos hablando de financiamiento directo, pues los fondos estarían impulsados a través de los gobiernos nacionales, instituciones multilaterales, organizaciones no gubernamentales, agencias de las naciones unidas o consultores.
Según un estudio de Rainforest Foundation, las comunidades y organizaciones indígenas reciben menos del 1 % del financiamiento climático destinado a reducir la deforestación. Entonces, el reto es establecer los mecanismos para que los fondos se descentralicen a nivel de los gobiernos nacionales y lleguen de manera local sin necesidad de intermediarios. Y ahí, surge otra pregunta: ¿Cuáles van a ser los criterios para establecer a qué organizaciones y comunidades se les va a apoyar y a cuáles no? ¿Qué continentes se van a priorizar?
Si lo que se busca es un financiamiento directo para y con los pueblos y comunidades locales, los procesos de negociación para su implementación deben realizarse con ellos. Esto implica no solo foros para presentarles propuestas, sino construir de manera articulada los mecanismos y considerar que ya existen soluciones basadas en la naturaleza y desde las comunidades, que los pueblos indígenas realizan para enfrentar la crisis climática. Como dijo Telma Taurepag, Coordinadora de Unión das Mujeres Indígenas de la Amazonía Brasileña – UMIAB, en un evento paralelo de la COP26: “Nuestras organizaciones indígenas están promoviendo el cuidado de la Madre Tierra. Así que ustedes necesitan ayudar a quienes cuidan la vida de todo el mundo. Y necesitamos de esta unión para continuar con nuestra labor de proteger el planeta”.