Por: Lucia Ruiz Ostoic*, Fundadora de Derecho Ambiente y Recursos Naturales
Se habla de apatía por parte de la ciudadanía, respecto de los problemas que aquejan al país. Se habla de frialdad en las calles ante hechos que conmueven nuestra democracia o atentan contra la vida y salud de nuestros conciudadanos. Se habla de hartazgo, de cansancio, de resignación. Hay mucho de ello, pero también hay esperanza.
Cuando los temas coyunturales inundan los diarios y las redes sociales, vemos a nuestros jóvenes pronunciarse con acciones y propuestas que buscan trascender. En Villa María del Triunfo trabajan activamente año tras año en defensa de nuestras lomas costeras a través de la educación ambiental y la denuncia del tráfico de tierras que las acecha. En las diversas playas del litoral tratan de concientizar con campañas de limpieza respecto de nuestra irresponsabilidad, que impacta sobre todo al mar del que decimos estar orgullosos, y a las especies que lo habitan. Vemos jóvenes que impulsan un cambio concreto hacia una movilidad sostenible, en algunos casos a costa de sus propias vidas. Tenemos ya un nuevo tipo de consumidores que se preocupa por conocer el proceso de producción de los productos que consumen y buscan que se hayan elaborado de forma responsable con la sociedad y el planeta.
Son ciudadanos de todas las edades quienes, a pesar de las interesadas campañas de desinformación, no dudan en levantar sus voces ante la amenaza constante a defensores ambientales en nuestro país o al avasallamiento congresal de nuestra Amazonía a través de leyes antitécnicas que benefician (con o sin intención) economías ilegales que impactan negativamente en nuestros bosques y ríos, además de poner en peligro a nuestros pueblos originarios e incluso a pueblos en aislamiento voluntario.
Impulsar procesos implica, sin embargo, un trabajo de largo aliento, que en ocasiones desanima a quienes participan de ello, sobre todo al evidenciarse estancamientos e incluso retrocesos, propios de la complejidad de cualquier interacción humana. Pero, si es claro aquello que motiva nuestras acciones, y se persevera ante las dificultades, sin duda se llegará al siguiente hito y luego de recargar energías se podrá emprender un reto adicional.
La historia de muchas organizaciones de la sociedad civil, comienza normalmente con un grupo de jóvenes unidos con la idea de apoyar.
Superando campañas de desprestigio o satanización, la sociedad civil y sus organizaciones han mostrado por décadas su aporte al país con acciones concretas: trabajando en el fortalecimiento de capacidades tanto de las autoridades como de la propia ciudadanía, generando espacios de confianza para la construcción conjunta de oportunidades, facilitando que las decisiones se tomen cada vez con un mejor sustento técnico y legal, aportando a la institucionalidad de nuestro país.
Cualquier momento es bueno para constituir plataformas que permitan a voces nuevas, vulnerables o relegadas, ser escuchadas. Cualquier tiempo es bueno para generar espacios de diálogo multiactor que permitan construir confianza y fortalecer la gobernanza en nuestro país. Cualquier tiempo es bueno para escucharnos más.
Hace 20 años, un grupo de jóvenes unidos por el deseo de apoyar la gestión sostenible de los recursos naturales y fortalecer las capacidades de los actores involucrados, decidieron que era tiempo de iniciar la aventura y levantar la voz. Su historia está forjada por la suma de innumerables voluntades a lo largo del tiempo, a las que agradecer la confianza y el compromiso. El resultado: una institución con presencia, reconocimiento y vida propia. Feliz aniversario DAR.
* Este artículo representa la opinión de la autora y no necesariamente la opinión de DAR